LOS OJOS DE LA INOCENCIA


Esa mujer. Recuerdo perfectamente a esa mujer. ¿Han sentido alguna vez la nostalgia que acompaña a un día lluvioso? ¿La seductora inocencia reflejada en la mirada una flor? ¿Y la pureza de la nieve al descender suavemente de un cielo blanco? Pues los ojos grises de aquella mujer reflejaban la combinación de todo ello; hipnóticos, seductores, hermosos y dominadores, eran sólo unas de las tantas palabras que llegaban a mi mente intentando describir lo inefable de su mirada.

Toda la magia de la luna y toda la calma del mar fueron capturadas dentro de sus ojos. Era como si un universo latente de inocencia se reflejara en su mirada; como si el cielo gris de un día nublado hubiese sido convertido en mar, y ese mar hubiese sido convertido en inocencia.

Están los que sueñan y los que no sueñan, ahí está la diferencia. Y personalmente, no soy de las personas que creen en los milagros. Pero, ¡vaya! Los ojos de esa mujer eran un verdadero milagro. La luz de sus ojos, junto a los vestigios del amor dispersos en el universo, encendían nuevas estrellas. Una mirada a los ojos grises de esa mujer dejaba en claro que semejantes maravillas sólo pudieron haber sido creadas usando a las luciérnagas que habitan en la luna.

Fue amor a primera vista; era imposible no enamorarse de tan bellos ojos, su brillo gris inminentemente penetró mi alma. Y no pasó mucho tiempo para que mi felicidad dependiera de su sonrisa. ¿Acaso eso es posible? ¿Cómo es posible depender de algo que ni siquiera te pertenece? ¿Y qué hay que hacer cuando sientes haber sido atrapado por aquellos ojos? Quizás nunca lo sepa. Lo único que puedo saber con exactitud, es que sus dos pequeñas lunas habitaban mi mundo, y convertían mi tiempo en verso, eternidad y placer.

—Tony E. A.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario