Ella desprendía vestigios de luna y brasas de amor. Cuando las brasas alcanzan la forma correcta, se convierten en ascuas. Y las ascuas pueden propagar un nuevo fuego. Así era ella: aun desde las cenizas podía crear un incendio de amor, latente e incesante, milagroso y vivificante; su fuego era el brillo tan intenso con el que sonríe la luna.
—Tony E. A.
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